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28 de julio de 2012

Señales

Muchos pensarán que después un año y medio de estar viajando nos pegó el misticismo. Otros que nos volvimos un poco más locos, quizás, quizás las dos. Pero la verdad es que, con el paso del tiempo y el cambio de vida, las señales que el camino nos presenta cada vez tienen mas importancia para nosotros.

Solo se trata de sentir un poquito más y pensar menos. Abrir los ojos, en sentido metafórico, respirar profundo y tirarse por el tobogán a oscuras, pero con la claridad en el horizonte. Las señales están ahí. No sabemos si son onda positiva, quizá solo es lo que queremos ver, pero están ahí. Hasta en la vida rutinaria están ahí. El problema es que no las podemos ver con claridad. En nuestro caso aprendimos primero a verlas y después a seguirlas, sin preguntarnos demasiado. Este caso hubo varias...

 Primera visita al mercado de Mérida


1. La primera. En Venezuela, la mayoría de personas que cruzábamos nos preguntaban si teníamos pensado ir a Mérida. Cuando la respuesta era: “no sabemos aun”, todos nos decían: “no pueden dejar de ir a esa ciudad”. Parecía que todos los caminos nos llevaban de San Cristóbal a Mérida.
 
2. Antes de llegar, nos veníamos escribiendo con Gaby, a quien conocimos por la red de viajeros couchsurfing, y quien podría hospedarnos por unos días en su morada. Lo que eran unos días, se alargó a una semana en principio. Parece inexplicable contar la experiencia, a los que nunca hicieron esto de ir a dormir a la casa de alguien desconocido que, sin pedir nada material a cambio, ofrece un lugarcito de su hogar, para compartir unos días con personas de otros lugares, intercambiar historias, comidas...cosas que uno ni imagina. También nos parece difícil describir la sensación de esos encuentros para gente que jamás hospedó en su casa alguien por medio de una red de viajeros. Difícil explicar la relación de amistad y franqueza que uno puede alcanzar en pocos días, tanto con ellos, como sus familias. 

Con Gaby, Gonza y su hermano
Cómo definir que si tuviésemos la plata para pagar un hostal, jamás hubiésemos conocidos a estos dos queridísimos amigos. Que nada vale más que llegar a un lugar nuevo y que alguien te este esperando. Que sin conocerte te vayan enviando mensajes durante el camino para ver cómo va todo. Que hasta sientan las ganas de ir a buscarte a la terminal para darte la bienvenida (como en este caso lo hizo Gonza). Gracias a ellos recorrimos la ciudad de Mérida. Y gracias a Gaby, que insistía en que visitemos una radio comunitaria en este Estado, llegamos a otros lugares que no hubiéremos imaginado.

El riquísimo Pabellón (comida típica venezolana)
que nos preparó Gaby!
3. Con ella fuimos un día a Radio Horizonte (una radio comunitaria en el barrio El Oro, de Mérida), para charlar con los compas. Aunque nuestra idea inicial, no era visitar ahí alguna radio en particular, sino más bien conocer la ciudad y ver para dónde seguir. Pero en ese encuentro con los compas de la radio, llegó a nosotros un diario comunal con una nota a una radio comunitaria, de la que ya algo habíamos escuchado en Mérida. La radio se llamaba Aldeas FM, y quedaba en Los Nevados, un pueblito de montaña a unas horas de la ciudad. Por lo poco que pudimos leer y averiguar en esos días parecía tener un proceso interesante.


4. Desde que llegamos a Mérida, muchas personas nos empezaron a hablar sobre Los Nevados y sobre la radio, como queriéndonos decir que vayamos.
 
5. Revisando un listado de radios que teníamos de internet, apareció ALDEAS FM.
 
6. Un día cualquiera, en un momento cualquiera, abrimos la agenda (que nos había regalado nuestra amiga Morelis) y entre las fotos (esas que suelen traer intercaladas las agendas) aparece una foto, frente a nuestras narices, de un lugar muy lindo. Leemos debajo y dice: Los Nevados!
 
7. La odisea de  seguir las señales: a veces no es simple seguirlas porque depende mucho de la interpretación. Es decir, si a veces algo cuesta mucho lograrlo puede ser una señal positiva para poder valorarlo más una vez concretado, o una señal de “no”. Esta vez nos costó, porque tardamos mucho y fue difícil ubicar a Omar, el director de la radio. Cada persona que lo conocía nos daba un número distinto, llamamos a los 5 y nada. Pasaban los días y sin noticias fiables. Estábamos a punto de desistir hasta que finalmente, y después de muchos mensaje a amigos de amigos de amigos, de buscar por acá por allá, nos dijeron que quizás lo podíamos encontrar al lado de la Casa Cultural. Fuimos a una librería que estaba allí y una señora muy amable nos dijo que si lo veía le pasaba nuestro número. A las dos horas la misma señora nos manda un mensaje con un sexto número, pero finalmente esa vez dimos con Omar.
 
Las señales están ahí... solo hay que querer verlas, creer o seguir como si nada.

En el próximo post contaremos cómo nos fue esta vez por seguir las señales...

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