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19 de septiembre de 2011

Aquellos días en La Paz

Nadie es Profeta en su tierra

De Potosí nos fuimos finalmente para La Paz, los dos ya conocíamos esa ciudad y teníamos muchas ganas de volver...

El bus salió unos 25 minutos tarde y según ellos no había problema, pero para el chofer parecía todo lo contrario, iba tan rápido que tanta subida y bajada nos mareó un poco (nada que la coca no cure). Antes de partir llegó Gabi, de los trabajadores sociales comunitarios de Potosí, a despedirnos y nos regaló dos collares para que tengamos de cábala al viajar, nos acompañan desde entonces.

La gran La Paz

La Paz, un ciudad caótica que no deja de tener cosas de pueblo donde uno consigue lo que quiere, desde el último plasma que está en la calle con el que vendedor de películas hasta un feto de llama para algún ritual, desde un tipo que lee la coca hasta un Hummer en una misma feria del alto.

Parecido a una película de Kusturica con mezcla de Kubrick, por lo surrealista (como las cebras que ordenan el tránsito). Un ciudad con una dinámica que no sesa. Los mini buses, es decir el transporte público, de donde se asoman los que cobran el boleto gritando los destinos a donde se dirigen. Llega un punto donde las voces se entremezclan y ya no se entiende nada, pero los gritos siguen igual. A pesar de todo nos encantó y nos encanta, no solo por sus costumbres sino por su gente, su mercados, sus comidas.

Entrada del "Gran Poder" por el centro de la ciudad
Al llegar a esta ciudad nos encontramos con Nico, el primo de Pau, que había ido de vacaciones y entre otras cosas nos traía una recarga de ¡yerba mate!. Es que al principio creíamos que no íbamos a volver a conseguir y el mate es nuestra gasolina...Pero luego supimos que había por doquier y no estaba cara.

con las cebritas ordena tránsito

En familia y con amigos

Al llegar nos contactamos con la gente de AMARC Bolivia, con quien ya nos veníamos escribiendo desde hace tiempo. Nos recibieron super bien como si ya nos conociensen de siempre. La primera persona que conocimos de allí fue Elena, quien sería nuestra madrina paceña. Al conversar con ella sobre un lugar donde pudiéramos hospedarnos por algunos días, nos ofreció que por el fin de semana fuéramos a su casa. Sin saber ella ni nosotros que nuestra estadía se alargaría a casi un mes y medio (y eso que nuestra intención era estar lo menos posible en las capitales).

Con la familia la pasamos muy bien, verdaderamente nos integraron y al ser una familia grande éramos dos más. Compartimos desayunos, cenas, charlas, experiencias. A la casa llegamos un viernes a la noche. El sábado al levantarnos para nuestra sorpresa nos tenían organizada una salida. Iríamos con Rosi, una de las hijas de Elena que trabaja en Radio Pachamama, a cubrir el Primer Casamiento Plurinacional que se daba en Bolivia (sobre esto ya hemos escrito: ver). Otro día fuimos con otra de las hijas, Paola, a ver el Gran Poder, un gran evento que se da todos los años donde defilan enormes comparsas.

Al segundo día de estar en la casa, Pato cayó descompuesto al punto que nos tuvimos que volver del centro y se la pasó todo el día en cama con fiebre, pero luego de reposar y tomar el tecito de manzanilla que le preparó Elena, al otro dia ya estaba perfecto.

Quedamos muy agradecidos por la gran ayuda que nos dió la familia durante nuestro paso por La Paz.

Con Elenita y sus hijas...la despedida

Visita al parlamento

Entre todas las cosas que nos fueron sucediendo en esa ciudad, un día estábamos en el centro y se nos ocurrió llamar a un asesor de diputados que conocimos en Villazón, esas personas interesantes antes las cuales uno solo calla y escucha para aprender, Raúl, quien nos invitó a que vayamos a conocer el Congreso. Nos contactó con un diputado para poder pasar. Entramos y conversando con el diputado nos enteramos que casualmente estaban esos días de visita una comisión de diputadas de Argentina, entre ellas Silvia Vazquez, a quien nos terminaron presentando y pudimos cruzar dos palabras y comentarle del proyecto.

Marcha hacia el congreso indigenista

Causalidades

Nuestra estadía se extendió ya que nos hemos ido contactando casi por arte de magia con un montón de gente de la comunicación, con quien compartimos charlas y experiencias muy interesantes e hicimos grandes amistades, mucho más de lo que hubiésemos imaginado desde Buenos Aires. De estas relaciones surgieron invitaciones a participar de varios encuentros, charlas y hasta de hacer varios talleres, ya contaremos detenidamente cada experiencia.

Domingos divertidos en el Prado...

Descubrimos una Bolivia con una riqueza increíble en el campo de la comunicación y sobre todo de la comunicación popular.

Monumento al Che en la entrada de "El Alto"

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