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30 de agosto de 2012

Sensaciones para poder seguir...

A veces pensamos que nuestra cabeza va a estallar.

Sí, que va a partirse en mil pedazos. Es que es tanto lo que conocemos en camino...

Y en realidad, no tanto por lo que conocemos, vemos o escuchamos... más por los interrogantes, esos disparadores que se cruzan como flechazos de un lado a otro de nuestra mente. Y también del corazón.

Son muchas las alegrías como también las tristezas. Son muchas las sensaciones de impotencia ante las injusticias, pero también son muchas las ganas de buscar ideas para cambiarlas.

Conocimos campesinos argentinos... pero también, por ejemplo, ecuatorianos y panameños. Todos con sus diferencias y similitudes. Pero ante todo compartiendo un mismo dolor. El dolor de sentir que un billete, tan solo un papel impreso, vale más que sus vidas y la de sus hijos. También comparten la impotencia y la angustia. Impotencia y angustia por sentirse continuamente amenazados, por pensar qué pasa si pierden su tierra. Esa tierra que es su vida. Sino por los terratenientes (propios y extranjeros), por las multinacionales. Pero la amenaza siempre está. Se extiende a lo largo y ancho del continente.

Por suerte, no solo eso comparten los campesinos y las campesinas de Latinoamérica. Ellos, ellas, comparten una enorme solidaridad. En cada comunidad que visitamos, no dejamos de sentir ese calor humano, familiar, desde el primer segundo en que nos damos el primer abrazo. Sin conocernos, ni saber de nosotros, de nuestra historia, nos reciben como si siempre nos hubiesen estado esperando. Y siempre, con un plato de comida listo. No nos gustan las generalizaciones, pero ese sentimiento se repite una y otra vez. En tierras distintas y alejadas.

Si aprendimos sobre las injusticias, también aprendimos que hay personas que no se resignan a seguir como zombies un estilo de vida que todo un sistema impone. Personas inquietas, que se preguntan si las cosas “son así” o “están así”.

Definitivamente, las cosas “no son así” sino que “están así”. Y están así porque un solo punto de vista predomina sobre el resto. O más bien, eso es lo que se nos quiere hacer creer. La verdad absoluta no existe. Existen miradas. Miradas que observan la vida de una forma... y otras miradas que la observan de otra forma.

Así es que en estos meses, aprendimos que otro tipo de vida es posible, que otro tipo de familia y de crianza es posible, que otro tipo de vínculo con nuestra tierra es posible. También aprendimos que otra educación y otra comunicación son posibles, y necesarias. Hay miles de personas y experiencias como prueba.

Entonces, es a veces cuando en el camino sentimos que la cabeza nos va a explotar. Porque sentimos que no nos alcanzará la vida para hacer todo lo que este viaje despertó en nosotros. En tal caso, preferimos la “incomodidad” de una cabeza convulsionada, a la quietud y, aparente, tranquilidad de una mente conformista.

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