Esas y
otras frases fueron la que recibíamos de parte de muchos viajeros, o
que habíamos leído en blogs. En cuanto a radios comunitarias, los
comentarios no eran muchos más alentadores. Con esas incógnitas
llegamos al primer país de Centroamérica, sin saber mucho con qué
nos encontraríamos.
La entrada
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el fuerte de Portobelo |
La entrada
Pasadas
las incertidumbres de lo que sería el viaje en velero, y con más
experiencia en la mochila sobre la vida náutica, lo que nos quedaba
por enfrentar era el ingreso a Panamá. Algo complicado para los
viajeros, por lo difícil y costoso de llegar y luego por las
exigencias de migración. Por ejemplo, piden tener un pasaje de
salida del país, especificar una dirección donde uno estará, y
hasta pueden pedir mostrar la solvencia económica para entrar. Pero
bueno, como siempre, depende del funcionario de turno, del humor con
el que durmió y de los astros.
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atardecer en Portobelo |
En nuestro caso, llegamos el viernes a última hora con el velero a Portobelo, un lugar donde no suelen llegar las personas que ingresarán al país por tierra. Allí, más bien llegan solo los veleros que hacen el trámite para poder navegar por aguas panameñas. Así fue que esperamos al sábado para desembarcar. Bien temprano preparamos las mochilas y nos subimos al bote para llegar finalmente a tierra firme. Pensábamos hacer los trámites y viajar hasta ciudad de Panamá. Resultó que la oficina estaba cerrada hasta el lunes. No quedaba más alternativa que volver al velero por dos días más. El detalle fue que nos dijeron que cuando hiciéramos los trámites de entrada habría que pagar 100 dólares por cada uno. Casi morimos del susto. Pero al parecer había sido un decreto que duró solo unos meses, por lo que nadie sabía bien cómo era la cosa. Al final, todo resultó sencillo. Solo hicimos la entrada y no pagamos nada.
A eso
del mediodía tomamos un bus hacia Colón y ahí a esperar el que nos
llevaría a Panamá City.
La
bienvenida y... ¿un tango panameño?
Al
llegar nos esperaban Juliana y Michiel, una pareja colombo-holadensa
que habíamos contactado por una red de viajeros, y quienes muy
amablemente nos hospedarían en su casa.
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cruzando el conocido "Canal de Panamá" |
Nos recibieron de la mejor manera. Compartimos charlas muy lindas e interesantes, comidas, risas y hasta un baile.
A la
mayoría de los viajeros argentinos nos pasa que donde llegamos nos
piden que bailemos un tango. ¡Como si todos los argentinos
supiéramos cómo hacerlo! Más de uno se sorprende cuando
respondemos: “no tenemos ni idea”. Les cuesta creer que un
argento no sepa ese baile que tanto nos caracteriza en el exterior.
Entonces ahí es cuando empezamos a contarles que el tango en muy de
la capital, y que no todos lo sabemos bailar.
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de paseo con Michiel y Juliana |
Pero esta vez, ante este tema de conversación los sorprendidos fuimos nosotros. Resultó que nuestros huéspedes en Panamá bailaban tango. Desde hacía tiempo iban a clases con una colombiana que había aprendido en Buenos Aires.
Un día
nos invitaron a la clase...claro que aceptamos pero solo en calidad
de observadores. Nos sorprendió conocer que hay una escuela de tango
que enseña de una manera “descontracturada”. Una forma de baile
que nunca habíamos ni imaginado. Más que ver con el dejarse llevar
por su compañero/a que con seguir pasos estrictos. Es más, hasta se
iban intercambiando y por momento bailaban hombres con hombres y
mujeres con mujeres.
Después
de estar unos días muy cómodos, no solo por la casa sino sobre todo
con Juliana y Michiel, terminamos bailando unos tangos, patéticamente
avergonzados, ya que todos piensan que por más de que no bailemos lo
llevamos en la sangre, pero bueno la pasamos bien y aprendimos un
poquito.
En casa
de ellos conocimos también a Torben y Lisa, dos alemanes que también
estaban de viaje y pasaron unos días. Luego nos volvimos a cruzar en
otras partes de Panamá.
Primeras
impresiones
Después
de los primeros días en suelo panameño y sin salir de su capital,
aún no podíamos definir qué pasaba en ese país. Es verdad que si
uno solo se fija en los grandes rascacielos, en el famoso canal lleno
de containers con nombres en inglés o en las construcciones gringas
en los barrios que se formaron durante la invasión...y sí, uno
siente que descuelga de Latinomérica.
Pero con solo moverse un poquito tierra adentro, ya la cosa va cambiando nuestra percepción también.
Pero con solo moverse un poquito tierra adentro, ya la cosa va cambiando nuestra percepción también.
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una de las caras de Panamá City |
En el
próximo post contaremos las sensaciones luego de compartir unos días
en una comunidad campesina de Veraguas.
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